Desde el puente de los sueños: Profetas del Reino

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Vivir, simplemente vivir, es una aventura apasionante. Y, como toda aventura, entraña riesgos. Siempre he pensado que el miedo es el asesino del corazón del hombre, y que si algo vino a quitarnos Jesús de Nazareth es el “miedo” a comprometernos en la construcción de su Reino.

Acaba de llegarme el logotipo del Proyecto Pastoral para el 2020 de los Agustinos Recoletos, Orden a la que tengo el gusto de pertenecer. Y me ha encantado. En él se nos invita a ser Profetas del Reino. Y serlo con los pobres, en las periferias, con los oprimidos…

Ser profeta no es fácil, porque muy poquitos de los que se tomaron la tarea de serlo en serio, han muerto de muerte natural. Ser Profeta implica recordar, con tu propia vida, que Dios sigue esperando, sigue creyendo en su pueblo porque lo sigue amando con locura. Y, sobre todo, me compromete a ser eco de las injusticias cometidas vengan de donde vengan. Por supuesto que no es fácil. Siempre es más cómodo vivir anestesiados en nuestra zona de confort.

Aquí, en El Paso, Texas, toda opción preferencial por los pobres pasa por el compromiso con los inmigrantes. Ellos son los perseguidos, los humillados…

Nuestro trabajo pastoral en la frontera tiene como denominación de origen “Agustino Recoleto”. Nuestra presencia intenta materializar la misión que como Orden Religiosa hemos aceptado de atender a los más pobres. Somos, pues, parte de la Iglesia Misionera, enviada a anunciar la Buena Nueva a los pobres y la liberación a los cautivos. Sin la Iglesia y la Orden Religiosa en la que servimos, se asfixiaría nuestro sentido de pertenencia y nos convertiríamos en simples francotiradores envueltos en un activismo frenético y sin sentido. Es precisamente por eso, por lo que en nuestro carisma prima la Comunidad e intentamos vivir “teniendo un solo corazón y una sola alma dirigidas hacia Dios”.

Es cierto que el trabajo con los pobres y para los pobres no es exclusivo de la Iglesia católica. Siempre colaboraron en mis experiencias misioneras, y en las propias de mi Orden Religiosa, personas maravillosas que viven su “agnosticismo”, o su diferente creencia religiosa, desde un sincero compromiso humano y solidario. A todos recibimos con los brazos abiertos y con el mismo respeto con el que ellos nos han obsequiado. Porque hacer el bien nos une a pesar de la diversidad de credos políticos o religiosos, y nos hace quizás más hermanos.

Gracias a Dios son muchos los que han entendido que cuidar del forastero debe estar en el ADN de todo aquel que se considere cristiano. No tengo derecho a defender un discurso provida si esta defensa no abarca todas las etapas de la vida del ser humano. “Desde la concepción hasta la muerte natural”, proclamaba hace unos días el presidente Donald Trump.

La cuestión es si para poseer ese derecho no es necesario pertenecer a una etnia determinada, ser de un partido político determinado, o poseer unas creencias determinadas. Lo digo porque en este rincón del mundo en el que ahora me toca vivir, cada vez es más difícil que los que son perseguidos y explotados puedan despertar un día viendo que su sueño se hizo realidad.

Debo terminar, me llaman porque a una familia (padre, madre y niño de 6 años) que venía desde el Distrito Federal de México en autobús, para asistir a la corte que revisa su petición de asilo, le han quitado todo su dinero en un control policial antes de cruzar, con amenaza de detenerlos si no accedían a entregarlo.

Ufff, dan ganas de decir como Mafalda: que paren el mundo que yo me bajo. Eso, o correr a auxiliar a esa familia y convencerles de que Dios los sigue queriendo. Opto por lo segundo.

Un solo corazon

Una respuesta a “Desde el puente de los sueños: Profetas del Reino

  1. Un abrazo fuerte, querido P. Garayoa y hermanos agustino-recoletos en Cristo.

    Mis felicitaciones y mi apoyo para su labor tan humana, en favor de los olvidados y de los perseguidos. Son ustedes unos verdaderos héroes para mí. Que el Señor del bien y la compasión, les siga bendiciendo y alumbrando.

    Un profesor tuve yo, navarro como usted, P. Garayoa, que decía que otra forma de orar a Dios, era trabajando y actuando en favor de los demás.

    Muchas gracias por darnos tanta esperanza.

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